sábado, 13 de marzo de 2010

EL RAMO

El ramo quedó mustio como su rostro, como el mío, como los recuerdos que cada año llegan, atraviesan la puerta, trepan por nosotras y nos envuelven hasta exprimirnos y sacarnos todo afuera.
Parece que fue ayer cuando Juana abrió la puerta del hall –Este es Ángel, mi novio-.
Recuerdo que el tío lo miró un rato y amablemente lo invitó a pasar.
Ángel había llegado al pueblo hacia unos meses, su padre era un importante militar y su madre una ama de casa.
-Ven Ana le presentó a Ángel-.
De mi cara brotaron todos lo rojos juntos y por mi boca el incendio se fue escapando.
Él también se puso nervioso pero lo ocultó estrechando la mano de mi prima y mirándola a los ojos.
Con Juana éramos primas pero yo la sentía mi hermana. Cuando quedé huérfana después del trágico accidente que tuvieron mis padres cruzando ese paso a nivel sin barreras, mi tío me trajo a vivir con ellos y pasé a ser una más de la familia.
Lo mismo le pasó a Ángel, en poco tiempo fue uno más de la familia. Los domingos cuando Juana salía con él a la plaza yo los acompañaba. (Mi tío decía que no los dejara solos, por las habladurías de la gente nomás).
No importaban mis ganas de tener un novio como Ángel con el pelo rubio y esos ojos celestes que hacían honor a su nombre.
Sí, mi prima había tenido suerte y eso a mí debía conformarme.
Una de las tantas noches que íbamos de caminata noté a Juana bastante nerviosa. Me pidió que la acompañara y que me quedara sentada en un banco de la plaza. Casi nunca hacíamos esto, caminábamos hasta dejar nuestras huellas alrededor del monumento a San Martín. Pero como yo era obediente la esperé. Rogaba que volviera no sea cosa que alguien me viera sola y le contara a mi tío...
Por fin aparecieron. Ella estaba feliz, sus ojos negros brillaban en la cara y me dijo con una sonrisa grandota -Me caso, me caso!!-.
El 15 de noviembre, era la fecha.
Toda la familia comenzó los preparativos, quedaba apenas un mes y nos esperaba el vestido, la fiesta, el viaje de luna de miel y el ramo. Parece algo insignificante pero para mi fue lo que cambió nuestras vidas. Ese simple par de flores de campo...
El día anterior a la fiesta amaneció lloviendo. Salí corriendo a buscarlo. La casa de Doña Alicia quedaba un poco alejada del pueblo pero ella tenía el jardín mejor cuidado y sus flores se buscaban para vender en la ciudad como perlas cultivadas.
De repente como traído por una ráfaga apareció Ángel que gentilmente se ofreció a llevarme.
En el viaje no crucé palabra. Por momentos sentía que me miraba pero trataba de no darle importancia pues mi imaginación me jugaba a veces malas pasadas.
Cuando llegamos al lugar me lancé desesperada. Él se sonrió y dijo esperarme. Cuando regresaba hacia el auto atravesando la parra que cubría la galería de Doña Alicia y vi a él esperándome apoyado sobre el auto, me sentí la novia más linda de la tierra. Estaba radiante.
El regreso fue peor, sentía su calor estallar sobre mi cuerpo y en un instante se abalanzó y me robó un beso y yo lo dejé.
Bajé del auto dando un portazo y terminé en mi habitación desplomándome.
Nadie debía saber esto. Nada debía empañar la felicidad de la casa.
El momento llegó. Juana lucía bella, su vestido lleno de tules ajustaban su talle que por cierto había aumentado considerablemente la última semana, en su pelo una coronita de gardenias y en sus manos, el ramo.
Cuando mi tío comenzó a gritar como desaforado supimos que ya era tiempo de partir hacia la iglesia. Dieron unas vueltas por el rosedal para que el novio espere un poquito y finalmente el tío dio la orden al chofer de que pare en la iglesia.
Algo extraño estaba pasando porque algunas personas cuchicheaban nerviosas en la entrada.
Avisaron a mi tío algo al oído. Las sonrisas de la gente se les endurecieron en la cara, todos miraban sin entender por qué el novio no llegaba.
...Y así el Ángel se convirtió en demonio y el cielo ardió en llamas.
Por eso cuando llega el 15 de noviembre y miro el ramo, mudo testigo de esa fecha, los recuerdos me atenazan el pecho, me dan unas ganas locas de llorar y sólo me alegro cuando llega Angelito del ejercito a comer lo que le preparamos. Él nos llena de orgullo porque sola lo criamos.
Sin dudas él es el único Ángel en este infierno que estamos.

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