martes, 9 de marzo de 2010

EL BALCÓN DE ORO


El abuelo nació en Esmirna. “Izmir”, como él decía. Me imagino un lugar indescriptible, hermoso, rodeado por un caserío pintoresco y un perfume especial.
-Si volviera allí sería otra vez joven- repetía mientras sorbía trago a trago su infaltable tacita de café turco.
La casa de Izmir estaba frente al mar y cuando el sol salía, el balcón que se miraba vanidoso frente al espejo azul de las aguas, se encendía y empezaba brillar.
En el pueblo decía que los “Gaón” tenían un balcón de oro y eso lo enorgullecía. Pero todo pronto terminó. La guerra del 14 lo ayudó a decidirse, la Argentina sería su nuevo destino.
Llegó a Tucumán con toda su familia, su madre y siete hermanos. Su padre murió y quedó enterrado en su pueblo como sello de garantía que pertenecieron allí y que en algún momento volverían…
El viaje fue duro, pero ¿qué vendría después?. Su primer trabajo lo hizo en un restaurante y cuando se encontró más seguro llamó a su novia, mi nona Sarina para casarse. Ella dejó su familia y partió al amor.
Cuando se despidió de ellos pensó que volvería a verlos cuando quisiera pero no fue así.
Las distancias eran interminables y el barco que la trajo casi naufraga en su travesía.
Pronto hubo boda y nacieron cinco niñas, una de ellas mi madre Clara.
Pero el abuelo añoraba, a mi a veces me gustaba penetrar en sus sueños, mirábamos desde el balcón, como el sol se despedía. Todo era calmo. Veíamos llegar barcos de distintos lugares porque Izmir era un puerto importante. En la mañana íbamos a cargar fardos de trigo, mijo, cebada, semilla de sésamo (que poníamos sobre las reshas), pasas de uvas que nos gustaba comer con nueces y luego las llevábamos a los almacenes de la ciudad. Al mediodía regresábamos a casa, nos esperaba un rico pescado hecho en las brasas y de postre cuajada, yo les confieso que me gustaba más el dulce de rosas. Para terminar al día siempre entonábamos alguna canción que acompañábamos con las palmas. Añoraba cosas y yo lo comprendía porque de vez en cuando hoy comienzo a enhebrar sueños, me subo al “Balcón de oro” entonces soy mar, soy sol y viento.

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