viernes, 26 de febrero de 2010

El VIAJE

"...A Jerusalén no se va
a Jerusalén se vuelve"
(Isaac Ianosovich)

Cuando salió, miró a su alrededor, el cuarto estaba en penumbras, su cuerpo permanecía inerte y sonreía como si estuviera viviendo una verdadera aventura. Y así supo que debía dejarlo.
Comenzó a flotar sin saber a dónde. Más bien sí sabía pero la asustaba la sola idea de pronunciarse sola. Emprendió la retirada. Quiso abrir la puerta de calle pero vio que su mano atravesaba el macizo roble como si no existiera. Otras veces ya había tenido sus salidas pero fueron a lugares cercanos donde el tiempo jugaba sin demasiada importancia. Esta vez sería distinto o por lo menos trataría que así fuera.
En un abrir y cerrar de ojos se vio envuelta en una mezcla de café turco, tabaco, almizcle, mirra y las voces de un gentío pintoresco que se abalanzaban por las pequeñas callejuelas, regresando a sus casas.
La lluvia caía tenue pero penetrante lavando las piedras mudas y santas. Invierno.
Miró el cielo y sintió que era el mismo que cubría su casa, su ciudad, sus calles pero con otros limites, en otras latitudes, con otras aguas.
Ella era igual, inquieta, desafiante, y además ahora era libre, feliz como un niño.
El primer lugar que visitó fue un parque solitario y sombrío, donde quiso encontrar su corazón. No fue posible. Parte de él había quedado despedazado aquella noche y las aves se llevaron sus restos esparciéndolos por el aire. Siguió su camino entre sombras mientras los duendes errantes cerraban su paso temiendo que usurpen sus guaridas subterráneas. Finalmente pudo sortearlos y se dejó llevar por unas serpenteantes calles que escondían voces y olores incitantes. Caminó hasta cansarse y acurrucada sobre el portón de “Los Leones” se desvaneció.
Lentamente el sol fue apareciendo tras las colinas mientras descubría su imagen leve y transparente. Otro día comenzaba.
El tiempo limitaba sus pensamientos y sus ganas. El muro la detuvo y fue testigo de sus plegarias.
Después lentamente trepó por las alcaparras y espió toda la ciudad mientras se desperezaba. Seguía confundida. Comenzó a girar en círculos levantando un polvo mágico y decidió consultar a la Asamblea Máxima. Su petición no fue aceptada -¡Imposible!- no se vive cercenado. Somos un todo y no parte de la nada.
Lo sabía, pero sus ganas…
Una voz llamó. Su voz. Estiró su mano traspasando una barrera invisible, infinita y otra vez fue cuerpo y alma. Una sola mientras en su mente se repetía… a Jerusalén no se va, a Jerusalén se vuelve, a Jerusalén se vuelve…